Poblada de árboles centenarios, incluso milenarios, y de una amplia selección de arroyos, acuíferos e imponentes ríos, la selva amazónica es una de nuestras mejores armas contra el cambio climático. Algunos incluso se atreven a apodarlo “el pulmón de la Tierra”, con permiso de los océanos, por el enorme servicio que nos ofrece como almacén de dióxido de carbono y mitigador de este gas.
Aunque no solo de frondosa vegetación y agua se compone esta región. También alberga una de las mayores variedades de diversidad biótica, con especies tan conocidas como los jaguares, y otras tan misteriosas como las anguilas eléctricas. La punta del iceberg, sin duda, de una región que aun esconde a infinidad de especies por descubrir.
No obstante, todo apunta que muchas de esas quedarán en el olvido incluso antes de ser descubiertas, así como todos esos servicios que nos ofrece la selva amazónica. El motivo apunta irremediablemente de nuevo hacia nosotros y a nuestras ansias de crecimiento y de explotación, que, con cada año que pasa, destruyen una mayor superficie forestal.
De hecho, ni la crisis sanitaria y económica gestada a raíz del coronavirus ha bastado para frenar ese afán por seguir explotando este valioso recurso natural, que en tan solo 34 años ha perdido un total de 72,4 millones de hectáreas de bosques y cobertura vegetal, equivalente a la superficie de Chile o dos veces y medio la superficie total de España.
El país más afectado por esta deforestación es Brasil, país que en junio vivió su cuarto mes consecutivo de crecimiento en la destrucción de selva tropical. En concreto, perdió 10,7% más de superficie forestal en comparación el junio del año pasado. Mientras que, durante los primeros seis meses del 2020, la deforestación se incrementó un 25% más con respecto al año pasado, unos 3.066 kilómetros cuadrados.
Si la tendencia continua por este sendero, Brasil se dirige a una deforestación anual de más de 15.000 kilómetros cuadrados, casi dos veces el territorio de la Comunidad de Madrid. Para hacernos una idea de la magnitud de la catástrofe, la Amazonía brasileña perdió 10.129 kilómetros cuadrados de su cobertura vegetal entre agosto de 2018 y julio de 2019.